lunes, 24 de septiembre de 2012


1El folclor vallenato
Las piquerias
La Piqueria es el duelo cantado entre dos o más personas, en el cual las armas de los contrincantes no son otra cosa que la inteligencia y su natural disposición para desafiar y responder en cuartetas o décimas (versos de cuatro o diez palabras, como se le conoce en la región.) Anteriormente la Piqueria era el enfrentamiento de dos o más acordeoneros, que se desafiaban a duelo verbal, con verso hiriente, burlón y sarcástico, echando mano a la improvisación para hacer brillar las virtudes personales y de paso, los defectos de los adversarios. En este duelo musical se llegaban a ofender las más delicadas intimidades de su oponente con tal de someterlo al ridículo publico y conquistar el titulo de Mejor en la Piqueria. Era tal la pasión por la Piqueria que los músicos se retaban "a distancia" en cantos que volaban de boca en boca donde se aclaraba hora, fecha y lugar de la contienda que muchas veces se perpetuaron en cantos inmortales, como es el caso de la Gota Fría, del Maestro Emiliano Zuleta Baquero.

1El folclor vallenato
Las décimas
Después de la conquista y una vez producida la fusión tri-étnica tanto en lo físico como el musical, la décima se incorporó al canto de toda la Costa Atlántica Colombiana, donde sus cultores la asimilaron e imprimieron un estilo propio que hoy pervive. Considerada como un verdadero alarde de ingenio y talento, la décima es la combinación métrica de diez versos octosílabos que van rimando, en perfecta armonía y consonancia, el primero con el cuarto y el quinto; el segundo con el tercero; el sexto con el séptimo y el décimo; y el octavo con el noveno. Admite puntos o dos puntos después del cuarto verso y no los admite después del quinto. La décima vallenata, particularmente, tiene por lo general tres estrofas de diez versos cada una y a veces cuatro estrofas, siempre precedidas por una estrofa de cuatro versos llamada "cabecilla", la cual contiene un resumen o insinuación del tema.
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Antes del acordeón, la victrola, el pick up y el disco, la clase popular vallenata y costeña en general, tuvo la décima como su forma más generalizada del canto. El decimero era -y es aún- un poeta popular que utilizaba la décima para comunicar sentimientos, críticas, advertencias, o simples mensajes, interpretando, con la sola voz y sin acompañamiento de ningún instrumento, los recados propios o ajenos que quería hacer conocer del resto de la población. En cuanto al género vallenato, puede decirse que la décima es uno de los tres ancestros de este canto, herencia que aún puede notarse en algunas composiciones que llevan los que aquí llamamos "versos de diez palabras" (estrofas de diez versos) utilizados todavía en Merengues y Paseos celebrados por el público que los considera clásicos entre los clásicos. Algunos casos particulares como los de Emiliano Zuleta Baquero, Leandro Díaz y Camilo Namén pueden ponerse como ejemplo de buenos constructores de décimas, métrica que utilizan fácilmente en los versos de sus composiciones. Entre los jóvenes poco se cultiva este género, pero sobresale entre ellos, con propiedad y dominio del tema, Iván Zuleta.

               TOMADO DE: (http://www.festivalvallenato.com/html/el_folclor/el_folclor_vallenato_las_decimas.htm)

1El folclor vallenato
La parranda vallenata
La Parranda es, fundamentalmente, un rito de amistad. La más alta celebración que se hace por motivos muy especiales y en honor de alguien o algo que se quiere exaltar. Los contertulios se sitúan alrededor del conjunto de música vallenata y en medio de gran silencio y atención escuchan los cantos que éste interpreta. Entre canto y canto aparecen los chistes, las anécdotas, los cuentos, las historias que dieron origen a algunos cantos, mientras el licor circula profusamente entre los invitados que finalmente, bien avanzadas las horas, acaban degustando el suculento sancocho que ha estado hirviendo en los fogones debajo del confortable palo de mango que está en el patio de la casa.
2Parranda que se respete dura más de dos días y siempre cuenta con más de tres o cuatro conjuntos que se alternan y, tácitamente, compiten para demostrar su versatilidad ante el exigente círculo que únicamente los escucha, ya que bailar en las parrandas se considera poco menos que un sacrilegio. De allí, de la controversia en el canto, surge a su vez la piqueria. Las Parrandas fueron el medio de comunicación del vallenato hasta la llegada del disco, la radio, las casetas, la televisión, etc. A diferencia de las colitas, las parrandas no han desaparecido, ellas siguen representando el legítimo ambiente social del vallenato y una de las más altas expresiones del mismo. TOMADO DE: (http://www.festivalvallenato.com/html/el_folclor/el_folclor_vallenato_la_parranda_vallenata.htm)
Preparate este 5 de OCTUBRE para la OCTAVA GRAN PARRANDA VALLENATA "PURA YUCA".............. El SON DEL COSTEÑO apoyando el TALENTO VALLENATO. Te esperamos!!!! Sabrosito ahiiiiiiiiiiiiiiii)))))))))))))))))))))

martes, 18 de septiembre de 2012

Gran partido por la paz este proximo 25 de sep , por primer vez enfrentándose el equipo de las Estrellas del Vallenato vs las Estrellas del Regueton invita ARTISTAS DE CORAZON, Junta de Accion Comunal Popular 2,Canal CNC,Exclusiva tv,RADIO UNO y la MEGA

viernes, 14 de septiembre de 2012

OCTAVA GRAN PARRANDA VALLENATA "AMOR Y AMISTAD"

Preparate este 28 de septiembre para la OCTAVA GRAN PARRANDA VALLENATA "AMOR Y AMISTAD"............... El SON DEL COSTEÑO apoyando el TALENTO VALLENATO. Te esperamos!!!! Sabrosito ahiiiiiiiiiiiiiiii)))))))))))))))))))))

'Jorge Celedón y sus amigos' próximo disco del ídolo del vallenato
Tomado de: http://www.elvallenato.com
El ídolo del vallenato Jorge Celedón sigue avanzando en la grabación de su nuevo disco con estrellas internacionales. Después de grabar con la española Natalia Jiménez, Franco de Vita, Gilberto Santa Rosa, Luis Enrique, Elvis Crespo, Juan Fernando Velasco, Joan Sebastián, Amaia Montero, Noel Schajris, entre otros artistas, Celedón ha sumado a su disco a el rey de reggaetón Don Omar con quien ha grabado en Nueva York a principios de septiembre.

En el disco ‘Jorge Celedón y sus amigos’ estará acompañado de su inseparable acordeonista Jimmy Zambrano y de su manager y pianista, Robert Meza, que dirige esta producción musical, que fusiona las voces de estos grandes talentos internacionales con la música vallenata, cada vez más internacional.
 

Una historia con acordeón

Por Álvaro Cepeda Samudio*



El nacimiento del Cesar
Domingo 26 Diciembre 2004
I. Los caballos de María Concepción

El departamento del Cesar se hizo «a golpe de acordeón»: sin Escalona y sus cantos vallenatos no habría sido posible lograr que la opinión colombiana, unánimemente adversa a los nuevos departamentos, se hubiera puesto, unánimemente también, dentro de la idea de darle límites geográficos al territorio y a los personajes ya delimitados y descritos tan minuciosa y claramente por los cantos vallenatos de Rafael Escalona.

Ninguna otra región de Colombia cuenta con una crónica más precisa y extensa de su época, sus lugares y sus gentes como el Cesar. Escalona, el gran romancero de este tiempo, relata en sus cantos la geografía de su región, nombra su topografía, anota sus ríos, enumera sus municipios, indica el modo de viajar de un sitio a otro, cataloga su fauna, determina sus cultivos, establece sus orígenes históricos, cuenta su vida diaria, exalta las realizaciones de sus hombres, se burla de sus necedades amorosas, indiscretamente ventila en público su vida pasional y puebla sus valles y montañas con los personajes que habrán de perpetuarla.

El Cesar es un territorio de personajes; no existe la personalidad media: sus gentes, o crecen desmesuradamente hasta convertirse en casi leyenda: Alfonso López, Pedro Castro, el doctor Molina, Enrique Maya -que propició el matrimonio entre las imágenes de San Antonio y Santa Rita en un desesperado antiexorcismo para que lloviera y se le secaran las sementeras -o se desvanecen innominadamente alrededor de los acordeones, en un gran círculo amable, quieto y sin cara.

Y esto no es una casualidad: tiene sus antecedentes en aquella mujer que en una mañana del 4 de febrero de 1813 obligó, convenció, amenazó, encantó, persuadió a los cabildantes de Valledupar para que se reunieran en la casa donde hoy viven Hernando y Consuelo Molina, y proclamaran la independencia de la ciudad del dominio español. Doña María Concepción Loperena de Fernández de Castro, «mujer libre, de origen realista pero hoy republicana», como se describió a sí misma en el Acta de Independencia de Valledupar que ella redactó e hizo firmar por los notables del pueblo, estableció con su sola presencia y el atrevimiento de sus acciones el imperio de los personajes en la región del Cesar.

La historia de María Concepción Loperena no se ha contado completa todavía. Pero hay un hecho en su actitud que contrasta significativamente con nuestras más conocidas y celebradas figuras de la independencia: mientras en el interior del país los instigadores de los movimientos separatistas se contentaban con las resonantes proclamas y su único aporte consistió en maladaptar discursos de la Revolución Francesa, María Concepción Loperena, mujer de acción y pocas palabras, se limita a decir: «Proclamo libre e independiente a esta ciudad de Valledupar del gobierno español y la someto a los auspicios del Supremo Presidente Jorge Tadeo Lozano y hago sabedores a todos los aquí presentes que la ilustre ciudad está por esta acta, ahora que son las diez de la mañana, libre y dispuesta a luchar por conseguir la libertad». Y luego, sin mayores aspavientos, va a lo concreto: «Pongo a disposición del general Simón Bolívar trescientos caballos de mis haciendas que llevaré en persona al ilustre general».

Se imagina uno a esta vallenata rodeando su caballada a la cabeza de un montón de mozos; entrando con gran alboroto a la sosegada planicie de Patillal; rompiendo cascos en los pedregales de Badillo; vadeando el Cesar y el Ariguaní; y, roja del polvo de Guacoche y de furia libertadora, entregarles a los asombrados emisarios de Bolívar los trescientos caballos.

No es extraño, después de conocer a María Concepción Loperena, entender el aporte vallenato al carácter y a la personalidad del presidente Alfonso López Pumarejo, como que un antepasado suyo, José María Pumarejo, fue uno de los que firmaron el Acta de Independencia de María Concepción, y, sin duda, le ayudó a juntar los trescientos caballos.

II. El robo del Almirante

A Badillo le han robado todo. No solamente la custodia que «un ratero honrado» cambió «esta reliquia tipo colonial», «muy linda y pesada», por «otra liviana», sino, también, le han quitado al almirante José Prudencio Padilla. Cuenta Colás Guerra, frente a la puerta de la iglesia colonial de Badillo Una historia con acordeón -la misma puerta de la misma iglesia donde va a tener que pararse con una cuarenta y cinco y «a ninguno con sotana dejarlo pasar»-, que Padilla nació en Badillo, hijo único de María Padilla, cuya casa está justo al frente de la iglesia, al lado de la del compadre Gregorio, que guardó por tanto tiempo y tan celosamente la custodia antes de que el cura se la llevara. Pero que, siendo muy joven un tío suyo, Pedro Padilla, se lo llevó a pasear a Riohacha, adonde iba a conducir un cargamento de «palo del Brasil».

En Riohacha se perdió el almirante, y en Badillo se le dio por muerto: más precisamente, asesinado por los indios guajiros.

Cuando María Concepción ofreció sus trescientos caballos, Bolívar envió tres de sus generales a recogerlos; la escena en el atrio de la iglesia de Badillo es de novela radial: las gentes del pueblo se apretujan en la puerta para ver a los generales que hablan con María Concepción dentro de la iglesia; la conversación es corta; los generales reciben sus caballos, se despiden de María Concepción y salen.

Padilla pasa detrás de una mujer pequeña y vestida de negro que mira, tal vez con tristeza y presentimiento, los hombres extraños y llenos de polvo; se detiene un momento y, tomándola por los hombros, le dice: «¿No me conoces? Soy José Prudencio».

La anciana se desploma en los brazos de Padilla que, llorando, la carga delicadamente y atraviesa la plaza del pueblo hasta la casa de su madre. No puede quedarse mucho tiempo: Bolívar necesita los caballos de María Concepción para la campaña de Venezuela. Pero promete regresar. No lo hizo nunca. Lo mataron antes de que pudiera volver a ver a su madre en Badillo.

Pepe Castro dice que la historia de Colás Guerra y de Gregorio es cierta, y asegura que la partida de bautismo del almirante está en San Juan.

III. Los cantos de Escalona

En la casa del doctor Hernando Molina -«eminente y capacitado, fuma tabaco y habla de todo y tiene muy buena reputación, fue magistrado con gran decoro pero ahora no cambia su chinchorro ni por la silla del gobernador.»- una moderna María Concepción, Consuelo Molina Céspedes y su esposo Hernando -cuyo antepasado, José Dolores Céspedes, fue otro de los firmantes del Acta de Independencia y quien, sin duda alguna, anduvo también juntando caballos para Bolívar- mantienen vivo el culto del canto vallenato.

En la casa de Hernando y Consuelo Molina fue donde María Concepción Loperena reunió, hace 150 años, a los cabildantes para proclamar la independencia de Valledupar. En esta misma casa se sigue hoy confabulando: se confabula contra los que quieren, inútilmente, ahogar la tradición del acordeón y del canto vallenato, y las actas de independencia que se firman contra el esnobismo están respaldadas por los acordeones de Colacho Mendoza, Toño Salas, Emiliano Zuleta, Gustavo Gutiérrez, Hugues Martínez, y llevan los mismos apellidos que aparecen en la del 4 de febrero de 1813: Castro, Molina, Céspedes, Pavajeau, Baute, Pumarejo, Quintero, De Armas.

En esta casa todo resuena con el canto vallenato del compadre Escalona: entrar a sus amplios corredores rojos, pasar bajo sus arcos gruesos, sentarse bajo el inmenso cañaguate del último patio, es conocer el santuario mismo del vallenato. Esta casa, como la amistad de Hernando y de Consuelo Molina, no tiene puertas cerradas que limiten sus espacios a nadie. Cuando en la plaza con el busto del presidente López Pumarejo -al que ya Pepe Castro le arregló la nariz y lo barnizó de un color feo «de perro corriendo», cuando debió ser de rojo-, se oyen el acordeón de Colacho o la voz de Poncho Cotes cantando, la casa comienza a llenarse de gente y el pueblo todo, de música vallenata.

Escalona no es un compositor de música popular: es un relator de su época, del paisaje de su región y de sus gentes. Es más propiamente un periodista que un músico, un cronista cuyo único antecesor en Colombia es Juan Rodríguez Freyre. Y esto lo hace único y hace que sus cantos sean lo más importante del folclor colombiano hasta hoy. Su autenticidad, la limpieza y claridad de su lenguaje, la precisión de sus metáforas, el realismo de sus imágenes, la lógica contundente, inescapable, de sus descripciones

(Aunque digan que es calumnia
del pueblo de Badillo
ellos con mucha razón
han presentado sus pruebas:
no tiene el mismo tamaño
ni pesa lo mismo,
no tiene el mismo color:
entonces no es ella.
«El que tiene es el que pierde»:
eso dice Socarrás;
ese dicho es pa' Enriquito,
porque yo, Escalona, yo no pierdo ná)


el lirismo de su poética, la ternura y humanidad que hay en todos sus cantos y la constante cualitativa de su obra, lo singularizan y lo distinguen y lo separan definitivamente de la gran mediocridad de nuestra música popular.

Al contrario de lo popular, que apela a lo más elemental de los sentimientos, Escalona los eleva:

El que no vuela, no sube
a vé a Adaluz en las nubes;
el que no vuela no sube allá
a vé a Adaluz en la inmensidad...


Los cantos de Rafael Escalona son populares porque zarandean con su imaginería la imaginación del hombre, definen su tristeza y alegran su alegría.

IV. El chicote de Atanquez

Al revés de los pueblos de montaña, Atanquez no trepa hacia la Sierra Nevada: las casas descienden por una vertiente buscando un plano, un sitio donde descansar, un sitio donde poder abrir un patio, porque las casas de Atanquez no tienen patio y la sala está separada de la cocina por una calle, y los cuartos de la misma casa pueden estar perfectamente situados en la acera de enfrente.

Pero lo que hace de Atanquez un pueblo diferente a todos los pueblos del departamento del Cesar no es el constante atravesar las calles de sus gentes que van de una habitación a otra. Lo que distingue a Atanquez es el chicote, una música que no tiene nada que ver con el vallenato, y una danza cuyos pasos en corro entrelazado de parejas a la altura de los hombros y los amplios y lentos saltos tienen más de analogía con los bailes de las islas griegas que con los reservados, casi enanos y taciturnos indios koguis que viven en las alturas de Atanquez.

El chicote no es un baile popular; es un rito. Y la única forma de participar en este rito es ser amigo del compadre Gonzalo Mendiola, «Gran Mamo» de Atanquez.

El compadre Mendiola, alto, pétreo como la montaña oscura, y tan amable y servicial que no parece laureanista, da la orden de comenzar el chicote. Poco a poco la sala se va llenando de gentes que se sientan contra las paredes, dejando un gran espacio en el centro para las parejas. De un rincón comienza a salir la música monótona, triste, increíblemente triste, de los carrizos: la «hembra», con su nota única, sostiene el ritmo

de la danza, sordamente acompañada por la maraca solitaria con que Víctor Oñate -que cuando joven era tan buen mozo que «se pasó de bonito», y ahora lo llaman el «Pasao»- apoya la melodía de su carrizo macho.

Rafael Alejandro canta los problemas del pueblo, y todos sus versos llevan una crítica melancólica a los que no hacen nada por mejorar la situación de Atanquez y de la humanidad en general.

Del otro extremo de la sala sale ahora la voz optimista, alegre, frívola, como un contrapunto a la tristeza de la música, de Miguel Sarmiento. Y comienza el duelo, y comienza el baile encabezado por el compadre Gonzalo, que es el más ágil, más incansable y mejor bailador de chicote en toda la región de Atanquez.

Las parejas se trenzan y destrenzan en movimientos lentos y acompasados; la rondalla se hace y deshace; se agrupan y esparcen por toda la sala; se forma una larga fila que vuelve sobre sí misma intercambiándose las parejas.

Por horas y horas el taconeo con que se inician y terminan los saltos marca las pausas de la música.

Súbitamente, el compadre Gonzalo Mendiola para la danza. Su voz, la más alta y más clara de todas, suena por todo el pueblo:

Hoy, señores periodistas,
les queremos informar
que aquí la CVM
no nos deja trabajar.
Les canto con emoción
y mi lengua les refiere:
aquí esperamos que ustedes
nos busquen la solución.


Y termina el chicote.



* La crónica hace parte del libro de Daniel Samper 'Antología de grandes crónicas colombianas', editado por Aguilar.

** Álvaro Cepeda Samudio (Barranquilla, 1926 - Nueva York, 1972) fue cinematografista, novelista (La casa grande), cuentista y periodista. Graduado en periodismo en la Universidad de Columbia (Nueva York), tendió un puente entre las letras estadounidenses y las colombianas, que hasta entonces miraban solamente hacia Europa. Su labor como periodista recorrió prácticamente todos los escalones, pues fue redactor, columnista, editor y director de El Diario del Caribe. Colaboró a menudo con El Tiempo. Considerado un maestro por la generación que siguió sus pasos, reivindicó la reportería como valor absoluto y base indispensable del periodismo, en tiempos en que tenía más prestigio ser columnista de opinión o editorialista. Formó parte del Grupo de Barranquilla o Grupo de la Cueva, de gran influencia en la literatura y el periodismo colombianos de la segunda mitad del siglo XX. A fines de 1967, cuando se gestaba el nacimiento del Cesar como departamento, El Tiempo envió un equipo de periodistas a la zona, con miras a preparar una edición extraordinaria. Álvaro Cepeda Samudio viajó desde Barranquilla a acompañar el equipo y se encargó de escribir varias crónicas, en su mayor parte notas breves, que estuvieron enfocadas principalmente sobre los anales y la música de la región. «Una historia con acordeón» (título de esta antología) reúne cuatro de las crónicas de Cepeda, aparecidas todas el 20 de diciembre. Juntas, son un mosaico nervioso y eficaz de una esquina del mapa colombiano rica en personajes singulares y cultura musical.
http://www.musicalafrolatino.com/pagina_nueva_14.htm

jueves, 6 de septiembre de 2012

COSTA ATLÁNTICA

http://pwp.supercabletv.net.co/garcru/colombia/Colombia/comidas.html
Fotografía tomada del Gran libro de la Cocina Colombiana. Círculo de Lectores S.A. 1984

Cartagena refleja la gran calidad de sus pescados y mariscos que reúne en el mercado con las excelentes carnes de las sabanas de Bolívar. El cartagenero es muy amigo de los postres, que encuentra en gran cantidad y óptima calidad en su célebre «portal de los dulces».
Barranquilla es culinariamente una ciudad joven y un poco monótona en su cocina, en la que destacan sin embargo su arroz con lisa y excelentes platos de cocina internacional. Santa Marta, pese a su antigüedad, ha perdido parte de sus viejas tradiciones, pero siguen destacando platos talentosos, como las mojarras fritas con patacón.
La Guajira, una región de interesantísimos hábitos culinarios, usa con naturalidad una colección de carnes más propias de un libro de aventuras que de una carta de un restaurante popular: Chigüiro, morrocoyo, guatinanga, tortuga, armadillo, iguana y una colorida paleta de pescados y mariscos, entre los que destacan sus maravillosas langostas a precios popularísimos, que permiten a la gente modesta desayunar con una magnífica langosta.
El Sinú, debe el uso de la berenjena a sus influencias árabes, que le dieron variedad y originalidad.
  1. MAGDALENA:

    • Aperitivos y principios: Camarones en apuro, copetes de camarones, ensalada de pulpo.
    • Sopas: Sopa de camarones.
    • Platos: Pargo rojo relleno, arroz con camarones, mojarra frita.
    • Postres: Flan de mango.

  2. BOLÍVAR:

    • Bebidas: Chicha.
    • Aperitivos y principios: Arroz con coco, con titote o frito, plátanos en tentación, yuca con suero, empanadas de huevo, ensalada de langosta.
    • Sopas: Crema de langosta, de camarones o langostinos, sancocho de sábalo o bocachico, sopa de codillos de cerdo.
    • Platos: Arroz marinero, caracoles guisados con coco, gallina, higadote.
    • Postres: Alegrías de burro, espejuelo de mango biche, pie de mango.

  3. SUCRE:

    • Bebidas: Agua de panela con jengibre, peto sinceano, huevos fritos en miel de abeja.
    • Aperitivos y principios: Arepas de huevo, arroz con queso.
    • Sopas: Mote de queso.
    • Platos: Calamares rellenos, camarones o langostinos con anís, carne ripiada o deshilachada.
    • Postres: Mongo-mongo o calandraca.

  4. CESAR:

    • Bebidas: Café con jengibre.
    • Aperitivos y principios: Fríjoles con maduro.
    • Sopas: Sancocho de chivo.
    • Platos: Albóndigas, asado de pobre.

  5. BARRANQUILLA:

    • Bebidas: Jugo de mango, guarapo costeño o agua de panela.
    • Aperitivos y principios: Ensalada de papaya vede, bollo de yuca o bollo limpio, buñuelos de fríjol de cabeza negra, butifarra, caribañolas, cocktail de ostras.
    • Sopas: Sopa de guandú, de mondongo.
    • Platos: Arroz de lisa, arroz con chipi-chipi, bagre frito.
    • Postres: Papaya o melón rellenos.

  6. SAN ANDRÉS Y PROVIDENCIA:

    • Aperitivos y principios: Pumpkin-rice, bami, crab’s backs, dumplings, johny cakes.
    • Platos: Albóndigas de pescado o caracol, Rundown (rondón), caracol guisado (Conch), guisos de chivo o iguana.

COSTA PACÍFICA

(http://pwp.supercabletv.net.co/garcru/colombia/Colombia/comidas.html)
Fotografía tomada del Gran libro de la Cocina Colombiana. Círculo de Lectores S.A. 1984

En el Chocó se encuentra la región más rica en pescados de río y de mar, debido a su amplia red fluvial en donde vive una interesante variedad de peces. Sus costas, con las ensenadas y bahías más bellas de Colombia, favorecen la proliferación de los platos de pescados y mariscos que constituyen la base alimenticia de la población autóctona y que gustan acompañar con plátano y yuca. Tiene también frutas exóticas como el borojó y el almirajó, de magnífico sabor, con las que se preparan agradables refrescos.
Buenaventura, Guapí y Tumaco constituyen la trilogía gastronómica de la región y aunque comparten muchas preparaciones hay siempre un toque distintivo de cada pueblo debido al uso extraordinario de la leche de coco. Guapí, disfruta en la variedad casi infinita de pescados y mariscos, carnes de caza y magníficas cecinas que llegan en barriles desde distintos puntos del país.

  1. CHOCÓ:

    • Bebidas: Sorbete de borojó (o almirajó), colada de piña, chocolate con leche de coco, jugo de guineo.
    • Aperitivos y principios: Arepas y torta de ñame blanco chocoano, buñuelos y arepas del árbol del pan.
    • Sopas: Caldo de dentón salpreso, de guacuco, de queso y cebollas.
    • Platos: Arroz atollado de carne ahumada, arroz clavado, bacalao de pescado seco-liso, chanfaina, bocachico con escamas.
    • Postres: Arroz de leche con coco, jalea de árbol de pan.

  2. BUENAVENTURA:

    • Bebidas: Fresco de Aguacate.
    • Aperitivos y principios: Aguacates rellenos, cebiche de camarones o langostinos, empanadas de pescado.
    • Platos: Cazuela de mariscos, pescado con lulo chocoano, pescado encurtido, pargo frito en salsa de mostaza.
    • Postres: Cocadas, chancacas.

  3. TUMACO:

    • Bebidas: Fresco de Guanábana.
    • Aperitivos y principios: Aborrajados de pescado, ensalada de calamar, camaron o langostinos, empanadas de jaiba o camarón.
    • Sopas: Crema de cabezas de langostinos, pusandao de carne serrana, sopa de lentejas con pescado ahumado.
    • Platos: Pusandao de bagre, pargo o corvina, arroz con calamares en su tinta, calamares rellenos, cazuela de mariscos.

  4. GUAPÍ:

    • Bebidas: Jugo de naidí, socoromo o milpezo, tamales de pescado.
    • Aperitivos y principios: Chaupiza (pescado muy pequeño), majajas, frijol tapajeño, huevos de piando.
    • Sopas: Caldo de gazapo, quebrao (sancocho de carne serrana), sopa de almejas, sopa de cangrejo.
    • Platos: Carapacho de jaiba, arroz atollado con jaibas o con almejas, tortuga en carapacho.
    • Postres: Cabellito de papaya biche.
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